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Otros atractivos para recorrer en Aragón (España)

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Otros atractivos para recorrer en Aragón (España)

Nota Mié 13 Abr, 2011

Valle del río Ara, el cañón de Anisclo y Ordesa

El encanto del Pirineo aragonés, el encuentro con la esencia del Aragón rural se puede compendiar en la ruta que conecta Aínsa con el parque nacional de Ordesa, atravesando el valle del río Ara y el cañón de Añisclo. Una aventura de unos 100 kilómetros, a cubrir en el tiempo que decida el viajero.

Aínsa - el punto de inicio, es la antigua capital del reino del Sobrarbe. El enclave medieval de la ciudad se alza sobre un promontorio circundado por la muralla que delimita el casco antiguo, bien conservado ante el paulatino traslado de las construcciones a la parte baja del enclave de Aínsa. Su parte más nueva se reduce a dos calles, dos plazas, la encantadora sencillez de formas iglesia medieval de Santa María, y un castillo.

Pero esta localidad del Pirineo oscense acoge en su seno multitud de restaurantes, y un cierto ajetreo propio de mercado medieval en la plaza mayor porticada, hasta que la caída de la noche va imponiendo el sosiego en las calles y el bullicio en los restaurantes.

Desde Aínsa se alcanza por la ribera del río Cinca Escalona, y al otro lado de las aguas, Laspuña y su museo de las almadías, que junto con la tradicional Fiesta de las Navatas, rememora los tiempos en que las embarcaciones de troncos transportaban por el Ebro sus mercancías

Una carretera lateral da entrada al cauce del río Bellós y al cañón de Añisclo, estrecha garganta que desagua en el Cinca. Gracias a ella podemos ascender hasta llegar a la embocadura del cañón de Añisclo a la altura del puente y ermita de San Urbez. Añisclo pertenece ya a los límites del parque nacional de Ordesa.

Desde el puente de piedra que salva el Bellós se pueden plantear excursiones a pie hasta la Fuen Blanca y el nacimiento del Bellós (unas siete horas) o hasta el molino de Aso (dos horas)

Tras San Urbez - la carretera continúa su ascenso, ahora más pronunciado, para alcanzar Fanlo, la capital del valle de Vió, y una de las localidades más deliciosas de todo el Alto Aragón. Desde Fanlo, la carretera baja de nuevo hacia el valle del Ara, para retomar en Sarvisé la carretera N-260, el llamado eje pirenaico. Broto se ha convertido en el centro de servicios de todo el entorno de Ordesa, aunque conserva su encantador casco antiguo

Torla da paso a la porción más espectacular del valle de Ordesa. Se pretenda o no visitar el parque nacional, hay que subir al pueblo forzosamente sólo por contemplar la excepcional panorámica que la naturaleza regala al viajero. Es quizá, la postal más emblemática del Pirineo, esa foto que nadie sería capaz de obviar.

Dejando Torla en dirección al parque se cruza el puente de los Navarros, donde el Arazas se une con el Ara, que nace en las cumbres de Bujaruelo. Para visitar este valle se ha de tomar la pista de tierra, apta para vehículos, que parte a la izquierda del puente. Termina en San Nicolás de Bujaruelo, donde existe un mesón, un hermoso puente medieval de arco de medio punto y las ruinas de una iglesia.

Ordesa - el más célebre de los 11 parques nacionales españoles, fue creado en 1918 para proteger uno de los ecosistemas más bellos y singulares de la cordillera pirenaica. 15.000 hectáreas protegidas, picos de 3.000 metros, glaciares, espesos bosques de frondosas, 65 especies distintas de aves y 32 de mamíferos son la tarjeta de visita de un espacio natural que, pese a la figura de protección sigue amenazado por un enemigo más letal que el fuego o la tala de árboles: el éxito. La afluencia de visitantes ha obligado a limitar el acceso de vehículos y personas durante los meses de verano y Semana Santa.

Más información: Oficina de Turismo de Aínsa. Avda. Pirenaica, 1. Tel. 974 50 07 67. www.pirineo.com/ainsa.

La comarca del Matarraña

La ribera del río Matarraña - olvidada en una esquina fronteriza entre Teruel, Zaragoza y Tarragona, huele a aceite y jamón. Enormes planicies de olivos y laderas arboladas de encinas y pinos en los Puertos de Beceite delimitan este territorio donde el catalán -el chapurreao, como lo llaman los aragoneses-, es aún lengua materna y en el que pueblos de aires renacentistas atesoran, entre arcadas, lonjas y soportales, algunos de los principales conjuntos monumentales de Aragón.

Calaceite- rememora en sus calles no su pasado como lugar en que hacia 1938, en plena Guerra Civil, se instauró en este frente del Ebro un experimento social llamado comunismo libertario, sino el siglo XVIII, centuria en la que están fechadas la mayoría de las casas que hacen de Calaceite un casco urbano singular, plagado de arcos y soportales. La antigua lonja o la iglesia barroca de la Asunción constituyen algunos de sus tesoros arquitectónicos.

Joan Cabré- el insigne arqueólogo y vecino del pueblo, descubridor de las primeras pinturas de arte rupestre levantino en Albarracín, da nombre a un museo que ocupa una casa típica del XVIII y alberga parte de la colección privada de arqueología de Cabré, así como aperos de labranza y exposiciones temporales.

A kilómetro y medio del pueblo, por una pista de tierra que asciende hacia la ermita de San Cristóbal, se encuentra el poblado íbero de San Antonio, uno de los más interesantes relicarios de la cultura íbera del entorno.

En Valderrobres encontramos un puente medieval que salva con cuatro arcadas el río Matarraña, para entrar en el casco amurallado por el portal de San Roque. El edificio más sobresaliente de esta localidad es el Ayuntamiento, otra excelente obra del Renacimiento aragonés (1599). Debajo, la habitual lonja, donde estuvo además el calabozo municipal. Frente a él está la casa gótica, un añadido a la antigua muralla que a lo largo de los siglos ha servido para todo: granero, hacienda pública, palacio de justicia, concejo… Ahora sirve de fonda. Valderrobres figura en los recorridos turísticos sobre todo por su castillo y su iglesia gótica de los siglos XIV y XV.

Beceite es el pueblo más remoto de la vega alta del Matarraña, que tiene el sabor de lo pequeño y lo escondido. Recibe gran afluencia de visitantes que llegan en busca de la naturaleza y las rutas a pie por uno de los ríos más vírgenes de todo Aragón.

Entre Alcañiz y Valderrobres se enclava La Fresneda. Allí, subiendo unas escalinatas se llega a la iglesia de Santa María la Mayor, que domina la localidad. Junto a una excepcional vista de los alrededores quedan las ruinas de las calles más antiguas, abandonadas por la emigración de los años cincuenta, y los restos del castillo y el cementerio.

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