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Parques Nacionales de Islas Canarias

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Parques Nacionales de Islas Canarias

Nota Mié 20 Abr, 2011

Introducción a los espacios naturales


Las Islas Canarias, islas de fuego y agua, conforman un archipiélago único a escala planetaria. Sus rasgos geológicos, climáticos, botánicos y zoológicos no sólo se combinan entre sí para configurar un medio físico peculiar, rico y variado, a la vez amable y hostil, sino que, además, tienden un puente evolutivo desde el presente hacia el pasado remoto.

La insularidad y su origen volcánico han marcado la fascinante personalidad de las Canarias: mar, nubes, arroyos, roques, jameos y calderas, selvas, cardonales, barrancos, cráteres, playas y acantilados, dunas y lajiales, lenguas de lava petrificada, especies animales y vegetales que perviven desde antes de las glaciaciones... Pocos lugares existen en el mundo con tantas rarezas biológicas y paisajes exclusivos. En resumen: una naturaleza singular y extraordinaria, capaz de encandilar al más avezado de los viajeros.

El célebre naturalista alemán Alexander von Humboldt, que visitó el archipiélago en 1799, lo expresó sin titubeos en una carta dirigida a su hermano Wilhelm: "Estoy lo que se dice absolutamente extasiado... ( ) ¡Qué espléndidas son las noches subtropicales! ¡Si pudieras contemplar estos exuberantes campos, estos bosques seculares de laureles...! ( ) Hubiera sido completamente feliz quedándome aquí".

Flora y Gea

Las islas Canarias son parte de la Macaronesia, región biogeográfica que se caracteriza por la presencia de especies animales y vegetales atlánticas, mediterráneas y tropicales. Hay aproximadamente 1.000 endemismos botánicos y más de 500 plantas foráneas. Entre los primeros destacan, sin duda, los que integran la famosa laurisilva, genuina selva de árboles semejantes al laurel, con hojas siempre verdes, lustrosas y coriáceas, toda una reliquia viviente de los tiempos anteriores al Cuaternario. A su lado, el pino canario, la retama o la violeta del Teide son las plantas más representativas de la flora autóctona.

El archipiélago revela una naturaleza volcánica. Hace 200 millones de años América comenzó a separarse de África, apareciendo entre ambas el océano Atlántico. La región donde ahora yacen las islas, a sólo 100 kilómetros de la costa africana, se fracturó en la Era Terciaria. Los bloques de corteza oceánica resultantes emergieron sobre el nivel del mar, favoreciendo la salida de los magmas profundos. La acumulación de estos últimos dio origen a las siete islas actuales.

Consejos prácticos para la visita a los parques

- Utilizar ropa y calzado adecuados (deportiva o de montaña).

- Protegerse de la insolación y, si se visitan zonas de cumbres en verano, proveerse de agua en abundancia.

- Prestar mucha atención al andar: los senderos son, a menudo, estrechos y abruptos. En época de lluvias no están a salvo de desprendimientos y en verano se cubren de hojas de pino secas, muy deslizantes.

- No se recomiendan las excursiones en solitario; sobreestimar nuestras capacidades técnicas o físicas es jugar con el peligro y arriesgar el accidente de modo innecesario.

- Si se piensa en efectuar recorridos largos (más de un día), comunicar la ruta a seguir a los agentes forestales del correspondiente parque nacional.

La caldera de Taburiente (La Palma)

"El espectáculo de este abismo", escribió el gran viajero Verneau tras asomarse a la caldera de Taburiente, "sobrepasa en grandiosidad todo lo que se pueda imaginar. El espíritu se queda confundido en presencia de estas murallas basálticas de hasta 5.000 pies de altura".

Con un diámetro medio de 3 km., la Caldera está situada en el centro de la isla de la Palma. Tiene forma de herradura abierta al mar por el barranco de las Angustias, que mira hacia el suroeste. Se trata, efectivamente, de un prodigioso monumento geológico, una especie de marmita de paredones casi verticales, en cuyo fondo se agita un variopinto mundo animal, vegetal y mineral. A primera vista, sus colosales dimensiones sugieren un origen de tipo volcánico (explosión o hundimiento); sin embargo, la hipótesis dominante hoy es que se trata de una caldera de erosión provocada por el agua.

Precisamente en su interior son frecuentes los manantiales. Las aguas discurren por parajes eminentemente escarpados, lo que da lugar a numerosos torrentes y cascadas. En general, las corrientes son cristalinas; sin embargo, las del barranco de Rivancera tiñen el cauce de color amarillo rojizo debido a las sustancias férricas que llevan en suspensión.

Los roques, monolitos de arenisca -algunos de 30 metros de altura o más-, son también parte esencial del paisaje de Taburiente. Testigos del lento devenir de los sucesos geológicos, han permanecido enhiestos, desafiando al tiempo, mientras el terreno circundante se desmoronaba. Algún que otro -el roque de Idafe, por ejemplo-, llegó a ser símbolo religioso de los guanches, los primitivos pobladores de la Caldera.

Datos prácticos

Para pernoctar en el interior del parque hay que solicitar permiso en la oficina de Información o en el Centro de Visitantes de El Paso. La zona de acampada se halla bajo el roque Salvaje; accesos por Los Brecitos (1,5 a 2 horas a pie) y por el barranco de Las Angustias (4 a 5 horas).

Excursiones de un día desde la zona de acampada: cascada de La Fondada a hoyo Verde, el recorrido más variado (ida y vuelta, 5 horas); a risco Liso, atravesando frondosos pinares (i, v, 4 h.); a Dos Aguas, donde las aguas amarillentas del arroyo de Rivancera se unen a las verdinegras del de Almendro Amargo (i,v, 3 h.).

Los recorridos a pie por la crestería de la Caldera deparan vistas abiertas de enorme espectacularidad. Los hay de diferentes duraciones y dificultades. El que va del pico de La Nieve (2.230 m.) a pino de La Virgen (850 m.) es especialmente hermoso en junio, cuando las jaras y codesos están en flor. Del mismo pico de La Nieve parte la senda, en dirección contraria, hacia el roque de los Muchachos (2.426 m.); el paisaje sorprende por las extrañas formas de los riscos, pero la caminata transcurre por encima siempre de los 2.000 m., lo que obliga a llevar ropa de abrigo como precaución.

El Garajonay (La Gomera)

Redonda y turgente como un joven pecho de mujer, la isla de la Gomera presenta el relieve más accidentado del archipiélago. Y justo en sus alturas, allí donde los alisios acarician su cumbre, se hallan los bosques de lauráceas del parque nacional de Garajonay. Declarado como tal en 1981, Garajonay fue incluido en el catálogo del Patrimonio Mundial de la UNESCO en 1986.

Hace 5 millones de años, la laurisilva cubría todo el sur de Europa y el norte de África. Las glaciaciones cuaternarias provocaron su desaparición, quedando restos dispersos en los archipiélagos macaronésicos. Los de Garajonay constituyen la muestra más extensa y mejor conservada de esta joya botánica del Terciario en las islas canarias. "Sin Garajonay, Gomera sería un páramo desierto, un territorio inhóspito en el que apenas se podría vivir", nos cuenta el naturalista Borja Cardelús. Y añade: "Isla y bosques son, si cabe, una misma cosa".

En efecto, es la laurisilva la que hace funcionar el complejo biológico de la isla entera. Empujadas por los alisios, las nubes se frenan al tropezar con las altas cumbres; luego, como torrentes silenciosos, se deslizan por los valles y envuelven a la ingente masa forestal de laureles canarios, brezos, viñátigos, barbusanos, palos blancos, acebiños, hayas y tilos. Esta circunstancia origina el curioso fenómeno de la lluvia horizontal: el bosque ordeña a la niebla de su humedad, condensándola gota a gota sobre sus hojas; gracias a esta gigantesca destilería natural, la Gomera es una isla verde cuyos habitantes disponen de agua en abundancia.

En las sendas de Garajonay, el caminante siente una soledad extraña. Líquenes y musgos decoran las siluetas retorcidas de los árboles entre las nieblas. Es un mundo rezumante de leyendas y fábulas; un bosque encantado, de cuento de hadas... o de brujas que acechan desde la maraña vegetal, esperando confundir nuestro espíritu.

Datos prácticos

El Parque dispone de servicio de guías-intérpretes. El centro de Visitantes cuenta con un jardín de plantas autóctonas, proyecta audiovisuales al público y facilita todo tipo de información (mapas, folletos...). La zona habilitada para acampar (previa autorización) se halla en el caserío del Cedro, en las inmediaciones del Parque por el lado este.

Los senderos de la parte occidental (cañada de Jorge, raso de Don Pedro), atraviesan zonas de altura, con el fayal-brezal como formación boscosa principal. En el costado oriental, la senda guiada más interesante es la que comunica El Contadero con Las Mimbreras. Merece también la pena asomarse al Alto de Garajonay (1.487 m.), el pico más elevado de la Gomera, excelente mirador desde el que puede contemplarse no sólo la isla entera, sino las vecinas; cuando las nubes no lo impiden, el atardecer y sus luces de oro reflejándose sobre la mole del Teide, en la cercana Tenerife, suspenden el aliento por su belleza inigualable.

Las Cañadas del Teide (Tenerife)

La isla de Tenerife, con sus 2.050 km. cuadrados, es la mayor del archipiélago. El conjunto formado por el circo de Las Cañadas y el Teide, exquisita sinfonía de colores, se alza en su mismo centro geográfico. Declarado parque nacional en 1954 -tercero en España por su antigüedad- constituye uno de los espectáculos naturales más grandiosos que puedan contemplarse.

La imagen que Las Cañadas ofrecen al visitante es la de un enorme circo limitado en tres de sus frentes por acantilados, cuya base presenta unos cauces o ramblas (cañadas) que recogen el material erosionado de las paredes. Geológicamente, se trata de la zona más antigua del Parque. Es aquí, en las fisuras de sus riscos, donde florecen las plantas más raras y variadas.

Toda la subida al Teide se desarrolla en un luminoso escenario crateriforme de abigarradas tonalidades, capaz de transportarnos a eras geológicas extintas. Se trata de un complejo panorama de conos, solfataras, diques, calderas, lavas, escorias, bombas volcánicas, coladas y piroclastos que exhiben toda la gama de negros, rojos, amarillos y blancos en una mezcla de pinceladas, a veces vivas, a veces exangües, pero siempre subyugantes. En determinados puntos es posible avizorar ríos de lava enteros, como lenguas petrificadas y reducidas al silencio. Hay algo en el ambiente que sobrecoge el ánimo, sin menoscabo de su desoladora belleza.

Datos prácticos

El centro de Información se encuentra en El Portillo, a la entrada del acceso oriental del Parque. Cuenta con un pequeño museo de geología, botánica, zoología y arqueología. En su sala de proyecciones se pasan, regularmente, programas explicativos en vídeo. El parador nacional de Turismo, en cañada Blanca, ofrece buena hostelería, en medio de un impresionante paisaje lunar.

El plato fuerte, naturalmente, es la ascensión al Teide (3.717 m.), la montaña más alta de España. El método usual consiste en utilizar el teleférico; una vez que el sistema de remonte nos deposita en La Rambleta (3.555 m.), bastan 25 minutos de trepada para alcanzar la cumbre. Cuidado con la severidad de la alta montaña y con la falta de aclimatación. Un equipo inadecuado, la repentina aparición del viento e incluso las mareantes emanaciones sulfurosas pueden convertir lo que empezó como agradable excursión en una penosa experiencia.

En la subida completa a pie -sólo recomendable para los habituados al montañismo- suelen emplearse dos días, con pernocta en el refugio de Altavista (3.200 m.). La senda arranca en las faldas de montaña Blanca, un cerro cónico de piedra pómez finamente desmenuzada, que le confiere su color amarillo claro.

Timanfaya (Lanzarote)

"El 1 de septiembre la tierra se abrió de pronto en Timanfaya, a dos leguas de Yaiza. En la primera noche una enorme montaña se elevó del seno de la tierra y del ápice se escapaban las llamas que continuaron ardiendo durante 19 días". Así comenzaba el padre Lorenzo Curbelo, párroco de Yaiza, a describir las pavorosas erupciones que se sucedieron desde 1730 a 1736, causa principal del aspecto actual de la región de Timanfaya, en la isla de Lanzarote en España.

El núcleo donde se registraron las mayores convulsiones lo constituyen las llamadas Montañas del Fuego (Timanfaya). Al final del proceso, todo rastro de vida había desaparecido. Pues bien: la cuarta parte del suelo volcánico originado por aquellas históricas explosiones del siglo XVIII -y por las posteriores del XIX-, constituye desde 1974 el parque nacional del mismo nombre.

Timanfaya es, básicamente, un parque geológico, un mundo yermo de lavas y de colores impensables, completamente apartado de los cánones clásicos de la belleza. Por eso resulta tan especial y por eso mismo atrae oleadas de visitantes cada año. El parque les concede el privilegio de contemplar un paisaje primario, el principio de la creación. Ausente la vida -apenas algunos líquenes y poquísimos animales-, la inmovilidad y el silencio se adueñan de cuanto existe. Todo parece congelado en el tiempo, sometido a una calma que se presiente ficticia, como si aguardara un nuevo despertar al son de renovados furores de cohetería y bramidos telúricos.

El malpaís es el terreno más característico de Timanfaya. Este término local define las coladas de lava áspera y rota, que forman superficies difícilmente transitables. Dentro del malpaís son frecuentes los jameos, largos y sinuosos cauces por los que una vez circuló la lava incandescente, componiendo verdaderos ríos de fuego.

Datos prácticos

El centro de Recepción se encuentra en el llamado islote de Hilario, que cuenta con un restaurante de nombre muy en consonancia con el entorno: "El Diablo". La temperatura superficial del suelo es de 60ºC y a sólo 6 m. de profundidad supera ya los 360ºC, lo cual convierte un cubo de agua arrojado sobre las lavas en un instantáneo y violento géiser.

El único recorrido permitido por el interior del Parque es el denominado Ruta de los Volcanes. Los vehículos particulares tienen prohibido el acceso a dicha ruta, la cual ha de hacerse obligatoriamente en autobuses especiales, propiedad del Cabildo, que parten cada hora del islote de Hilario.

El camino, de 14 km. de longitud, atraviesa las zonas más interesantes y constituye una obra maestra de adaptación al terreno, sin taludes ni desmontes, tanto que es apenas perceptible a pocos metros de distancia. Desde el mirador de montaña Rajada (1.350 m.), a mitad de ruta, puede contemplarse, en dirección a la costa, el impresionante mar de Lava, una llanura de malpaís que desciende progresivamente hacia el océano. Un poco más adelante se llega al denominado valle de la Tranquilidad, formado por las lluvias de cenizas.

Indice: Guía turística de Islas Canarias

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Re: Parques Nacionales de Islas Canarias

Nota Sab 19 Oct, 2013

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