Central Park - Nueva York
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- Jordi
Central Park - Nueva York
Era una ardua tarde, y el sol junto con el aire acondicionado hacían de Nueva York un infierno. Hoy habíamos visitado el Museo de Historia Natural, y habíamos tomado el autobús de Appletours, un autobús de dos pisos, rojo y amarillo, que a decir verdad no me agradaba un pelo. Me alivió sorprendentemente el que nos tocase una joven guía que dando gritos, nos hacia reír a todos (los que la entendíamos).
Llegamos a la catedral más grande del mundo, la verdad es que no era gran cosa, pero decidimos bajar, para contemplar este gran bloque. Al entrar, unos señores nos obligaron a dar propina, por lo que nos llevamos una impresión negativa. Para colmo, al volver el otro autobús que habíamos tomado antes se había ido, teniendo así que tomar un autobús que salió 30 tarde. Finalmente arrancamos, y descubrí que cada autobús tenía su personalidad, el que habíamos tomado antes era rápido, activo, la guía daba gritos energéticos; ¿Y con que me encuentro ahora?, con un autobús lento, aburrido, con un guía que además de su lentitud para hablar, decía frases como: “Fijaos en los preciosos olmos de Central Park”, y para colmo, lo decía con aires de ser un buen guía. Una parada antes de bajar nosotros, vimos como el guía no abrió la puerta hasta que el cliente no le dio un dólar de propina. Esto enojo mucho a mi padre, y, en contra de mis deseos, mi padre le dio un dólar para no discutir.
Ya en dirección a Sarabeths(un restaurante), me empecé a notar un poco ligero, ya que en ese momento, no llevaba la mochila, y la había acarreado durante todo el viaje. Mire a mi padre, el tampoco la llevaba, oh oh, ¡Alerta roja! la mochila se había quedado en el asiento de mi padre. La primera reacción de mi padre fue dirigirnos a la avenida paralela a Central Park. Allí tomó un taxi. Mi padre dio las instrucciones adecuadas, y avanzamos lo más rápido posible por la avenida. El autobús nos sacaba 5 minutos, y no era nada fácil alcanzarlo, solo contábamos con la lentitud del autobusero y la rapidez del taxista. En nuestro trayecto, pudimos observar la imagen de un Gudenheim deteriorado. Finalmente cuando ya casi habíamos alcanzado el final de la avenida, divisamos a lo lejos un autobús. El taxista sin dudarlo intento cerrarle una primera vez, pero el conductor curiosamente parecía tener prisa y nos adelanto.
La segunda vez que el taxista lo cerró ya paró, entonces mi padre salió directamente del taxi y cogió la mochila. El único que parecía haberse enterado de la entrada en escena de mi padre era el conductor, ni si quiera un sudamericano sentado detrás de la mochila se había dado cuenta, finalmente mi padre salió del autobús triunfalmente con la mochila. Rápidamente subió al taxi y nos dirigimos al punto donde habíamos tomado inicialmente el taxi. Subimos la avenida tal como la aviamos bajado. Saque la conclusión de que Nueva York es un lugar extremo. Había visto gente extremadamente gorda, y extremadamente atlética, gente extremadamente lenta y extremadamente rápida, lo mismo también había oído con el clima: que era extremo.
En conclusión: Nueva York es una ciudad extrema. Bueno, continuare con mi relato, como iba diciendo, nos dirigimos a Sarabeths, hablando orgullosos de lo que había ocurrido. Finalmente llegamos a Sarabeths y pudimos degustar el Brunch del Domingo, aunque no se que es lo del brunch, creo que tiene que ver algo con tortillas, porque degustamos unas tortillas extraordinarias, eso es lo que yo llamo un comida extremadamente buena, no como la del deli de a noche que era extremadamente pésima.
Llegamos a la catedral más grande del mundo, la verdad es que no era gran cosa, pero decidimos bajar, para contemplar este gran bloque. Al entrar, unos señores nos obligaron a dar propina, por lo que nos llevamos una impresión negativa. Para colmo, al volver el otro autobús que habíamos tomado antes se había ido, teniendo así que tomar un autobús que salió 30 tarde. Finalmente arrancamos, y descubrí que cada autobús tenía su personalidad, el que habíamos tomado antes era rápido, activo, la guía daba gritos energéticos; ¿Y con que me encuentro ahora?, con un autobús lento, aburrido, con un guía que además de su lentitud para hablar, decía frases como: “Fijaos en los preciosos olmos de Central Park”, y para colmo, lo decía con aires de ser un buen guía. Una parada antes de bajar nosotros, vimos como el guía no abrió la puerta hasta que el cliente no le dio un dólar de propina. Esto enojo mucho a mi padre, y, en contra de mis deseos, mi padre le dio un dólar para no discutir.
Ya en dirección a Sarabeths(un restaurante), me empecé a notar un poco ligero, ya que en ese momento, no llevaba la mochila, y la había acarreado durante todo el viaje. Mire a mi padre, el tampoco la llevaba, oh oh, ¡Alerta roja! la mochila se había quedado en el asiento de mi padre. La primera reacción de mi padre fue dirigirnos a la avenida paralela a Central Park. Allí tomó un taxi. Mi padre dio las instrucciones adecuadas, y avanzamos lo más rápido posible por la avenida. El autobús nos sacaba 5 minutos, y no era nada fácil alcanzarlo, solo contábamos con la lentitud del autobusero y la rapidez del taxista. En nuestro trayecto, pudimos observar la imagen de un Gudenheim deteriorado. Finalmente cuando ya casi habíamos alcanzado el final de la avenida, divisamos a lo lejos un autobús. El taxista sin dudarlo intento cerrarle una primera vez, pero el conductor curiosamente parecía tener prisa y nos adelanto.
La segunda vez que el taxista lo cerró ya paró, entonces mi padre salió directamente del taxi y cogió la mochila. El único que parecía haberse enterado de la entrada en escena de mi padre era el conductor, ni si quiera un sudamericano sentado detrás de la mochila se había dado cuenta, finalmente mi padre salió del autobús triunfalmente con la mochila. Rápidamente subió al taxi y nos dirigimos al punto donde habíamos tomado inicialmente el taxi. Subimos la avenida tal como la aviamos bajado. Saque la conclusión de que Nueva York es un lugar extremo. Había visto gente extremadamente gorda, y extremadamente atlética, gente extremadamente lenta y extremadamente rápida, lo mismo también había oído con el clima: que era extremo.
En conclusión: Nueva York es una ciudad extrema. Bueno, continuare con mi relato, como iba diciendo, nos dirigimos a Sarabeths, hablando orgullosos de lo que había ocurrido. Finalmente llegamos a Sarabeths y pudimos degustar el Brunch del Domingo, aunque no se que es lo del brunch, creo que tiene que ver algo con tortillas, porque degustamos unas tortillas extraordinarias, eso es lo que yo llamo un comida extremadamente buena, no como la del deli de a noche que era extremadamente pésima.
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