Guía turística de Cataluña (España)

Cataluña ocupa un triángulo casi perfecto en el extremo nororiental de la Península Ibérica. Ese emplazamiento, tierra de frontera entre el sur y el centro europeo, han marcado decisivamente sus avatares históricos. Hoy se encuentra entre las regiones más avanzadas del continente, gracias a la casi mítica laboriosidad de sus gentes. Fue la primera zona española en dar entrada con los brazos abiertos a la Revolución Industrial, y desde entonces se ha convertido en un motor económico poderoso.

El relieve, extraordinariamente complicado para un territorio de 38.000 km2, provoca la aparición de multitud de escenarios paisajísticos diferentes, desde las altas montañas que superan los 3.000 metros de altitud en los Pirineos a estepas semidesérticas en los llanos occidentales de Lleida, las costas abruptas y netamente mediterráneas o las plataformas deltaicas con marismas notables, como en el caso del delta que forma el río Ebro.

Un patrimonio arquitectónico y cultural espléndido –donde destacan el conjunto románico más importante del mundo y las construcciones modernistas-, junto con la gran variedad de climas y paisajes, han convertido a Cataluña en uno de los primeros receptores turísticos de España. Reforzando este aspecto, los grandes maestros de cocina han alcanzado unos estándares altísimos, y hoy los fogones catalanes se encuentran entre los más cotizados. Las distancias entre los puntos más alejados entre sí, además, no sobrepasan las cinco horas, lo que revierte en que los viajeros puedan disfrutar de los diferentes atractivos con desplazamientos cortos. Cataluña reúne, en una porción de tierra pequeña, posibilidades que pueden interesar a turistas tan dispares como esquiadores, holgazanes impenitentes, navegantes, amantes del arte, excursionistas o jugadores de golf.

El clima en Cataluña

Aunque en términos genéricos puede afirmarse que Cataluña disfruta de un régimen claramente mediterráneo, cabe hacer algunas precisiones. Es verdad que la mayoría de su territorio se encuentra bajo el influjo del mar, y que goza de inviernos cálidos y veranos suaves, con las temperaturas más elevadas en julio y agosto y las más rigurosas, en enero. También la pluviometría se corresponde con estos parámetros: las precipitaciones se concentran en primavera y, sobre todo, otoño.

Pero, más allá de esta descripción general, hay que puntualizar que el relieve complicado presenta muchas variantes. Por ejemplo, los grandes llanos de la provincia de Lleida se hallan en invierno sujetos a episodios severos de nieblas que pueden llegar a durar hasta tres semanas. En toda la zona del Alto Pirineo la nieve hace su presencia en los últimos días de noviembre o primeros de diciembre y ya no dejará de decorar las cumbres hasta la llegada del verano. En los picos más altos se mantiene incluso durante buena parte del estiaje. Es el agua que alimentará a la población y los cultivos durante las sequías estrictas que se sufren desde junio hasta octubre.

La multitud de cadenas montañosas orientadas en todos los sentidos proporcionan gran variedad de microclimas. Las llanuras del extremo norte (Alt Empordà) y sur(Delta del Ebro) están muy expuestas al viento del norte y noroeste.

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Aconsejar únicamente sobre un puñadito de lugares en Cataluña se antoja una misión casi imposible. Pero, puestos a elegir, creo que hay algunas experiencias irrenunciables:

- Una noche de tormenta desatada en el restaurante que hay junto al faro del Cap de Creus, el pedazo de costa más salvaje e inquietante del litoral catalán. Si el viento del norte –tramuntana—sopla fuerte, el paisaje es fantasmagórico, con las piedras silbando y el mar embravecido estrellándose contra las rocas, mientras nosotros disfrutamos de una romántica cena observando el espectáculo por el ventanal.

- Una excursión de corte medio por los intrincados caminos de Montserrat. Visto desde la base, este macizo parece absolutamente inaccesible, con sus paredes de conglomerados verticales. Sin embargo, está literalmente minado de caminos y barrancos transitables y bien señalizados que nos llevarán por el corazón de una de las montañas con más personalidad del mundo.

- Sumergirse a fondo en las maravillas de la Tarragona romana, una colección impagable en una ciudad de dimensiones humanas, muy mediterránea y alegre. El circo, el anfiteatro, el museo y la gran cantidad de restos que hay desperdigados por toda la villa y sus alrededores interesarán hasta al más indiferente de los turistas arqueológicos.

- Admirar el ingente e increíble patrimonio románico que reúnen las comarcas pirenaicas, especialmente el conjunto del valle de Boí, con las iglesias de Sant Climent y Santa Maria de Taüll y los famosos frescos con la imagen del Pantrocrátor.

- Descubrir el curso bajo del río Ebro, que discurre encañonado por algunos de las comarcas más desconocidas de Cataluña, con un sabor agrícola y una personalidad muy fuertes, y llegar con el curso fluvial hasta la plataforma deltaica, donde aparece un sorprendente jardín de arroz y aves acuáticas.