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La ruta de la Plata (España)

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La ruta de la Plata (España)

Nota Lun 30 May, 2011

La columna de Iberia en La ruta del Plata

Hace dos mil años los romanos trazaron una calzada empedrada desde Mérida a Astorga. Sus 500 kilómetros de longitud permite aún, veinte siglos después, peregrinar de norte a sur siguiendo los pasos de la historia.

Los árabes la utilizaron para invadir el noroeste de España y la encontraron tan bien conservada que la llamaron B´lata o lo que es lo mismo “camino bueno y empedrado”. La deformación del nombre árabe derivaría en el término que en la actualidad utilizamos para llamar a esa gran vía de norte a sur que marcó la historia de España: La ruta de la Plata.

Historia de Ruta de la Plata

Hacia el año 25 a. C. la provincia de Hispania está prácticamente sometida a los dictados de Roma. El emperador Augusto ordena construir nuevas ciudades y mejorar las calzadas empedradas que las unen. Una de las localidades que nacen de este impulso imperial es Emérita Augusta, la actual Mérida, a la que Augusto destina los legionarios licenciados (eméritos) de las campañas contra los astures para que repueblen las orillas del Guadiana.

Como capital de la provincia de Lusitania, Emérita se convirtió en el eje sobre el que confluían las principales carreteras de la época. Una de ellas gozaría de una importancia vital en el desarrollo futuro de la península: la número XXIV, llamada Iter ab Emérita Asturicam, “camino entre Mérida y Astorga”, y que hoy conocemos como Vía de la Plata

Catedral de León

La vía imperial número XXIV salía de Mérida por el puente del río Albarregas, junto al acueducto de los Milagros y se prolongaba a lo largo de 465 kilómetros hasta Astorga. Cruzaba la provincia de Badajoz, pasaba después por Cáceres, Salamanca y Zamora (las tres, antiguos castros romanos), salvaba el Tajo, el Tormes y el Duero por magníficos puentes de piedra, algunos de ellos aún en uso, y terminaba en la provincia de León, en la antigua Asturica Augusta, fundada también por las legiones romanas en el siglo I antes de nuestra era para dominar y contener a las belicosas tribus astures de la Cordillera Cantábrica.

Peones camineros romanos

A lo largo de esos casi 500 kilómetros de calzada se distribuían trece mansios o estaciones de servicio repartidas a intervalos de 20 a 25 millas romanas (una milla romana equivale a 1480 metros); cada una de esas mansios estaba dotada de talleres de reparación de carruajes, alquiler de caballos, cuadrilla de peones camineros encargados de la conservación del pavimento, posada y guarnición defensiva. Un asombroso grado de civilización que justifica por si solo la importancia del legado romano en nuestra lengua, nuestra cultura y, sobre todo, en la red viaria de la Península.

Un trabajo de calidad

La calidad y el trazado tan perfecto de la vía romana hizo que su uso se prolongara durante siglos, ya que ninguna otra civilización de las que camparon por la vieja Hispania se preocupó por mejorar la red viaria. Los árabes la utilizaron para penetrar la península en su avance hacia el norte.

Mapa de carreteras romano en la Ruta de la Plata

La abundante información que ha llegado a nuestros días sobre esta maravilla de la ingeniería pública se debe a un mapa de carreteras romano trazado en el siglo III y conocido como el Itinerario de Antonino.

Del Itinerario se conservan copias de los siglos VII y XII que, aún con enormes diferencias entre ellas, han permitido reproducir casi al milímetro el trazado de la calzada imperial.

Autopistas y carreteras secundarias en Ruta de la Plata

La vía empedrada con grandes losas pulidas y toda clase de servicios y atenciones –que a buen seguro hubieran hecho las delicias de Astérix y Obélix- llegaba hasta Salamanca, donde se encontraba el límite provincial entre la Lusitania y la Tarraconense. Desde allí a Astorga la gloriosa calzada se convertía en una humilde carretera secundaria de tierra apisonada.

Cuándo ir a la Ruta de la Plata

La Ruta de la Plata puede hacerse en cualquier época del año, pero la mejor época es primavera, cuando las temperaturas son suaves y la dehesa extremeña y salmantina rebosa de colores y aromas naturales.

En verano las temperaturas son muy elevadas y los tramos de la llanura castellana -Salamanca y Zamora- resultan muy crueles por la ausencia de sombras. La clave en esas fechas es madrugar mucho.

En invierno las bajas temperaturas azotan las zonas de sierra y la lluvia embarra los caminos.

Refugios en la Ruta de la Plata

Refugios... para pecadores

Los refugios de la Plata son espartanos hasta la saciedad. En la mayoría de ocasiones se trata del suelo de un salón parroquial o municipal o del polideportivo local. Algunos no tienen ni servicio y la mayoría carece de ducha. El agua caliente es un lujo. Sólo los de Alcuéscar, Baños de Montemayor y Cañaveral (en Cáceres); Fuenterroble de Salvatierra (Zamora) y La Bañeza (León) ofrecen pequeñas delicias como colchón, cocina, agua caliente, tendedero, hospitalero.

La ley de la hospitalidad en Ruta de la Plata

Los vecinos de casi todos los pueblos que atraviesa la Ruta están acostumbrados a abrir sus puertas a peregrinos en apuros o fatigados. Todo consiste en pedirlo con educación, y no exigir más de lo que se ofrece. De todas formas, hay una buena red de hostales y pensiones en las que dormir por poco presupuesto.

Documentación, por favor

La credencial es el carné del peregrino y resulta imprescindible para pernoctar en los refugios. Se trata de un documento con los datos personales del viajero y varias casillas en blanco sobre las que los hospitaleros colocan el sello del refugio, de la alcaldía o de un bar cercano a fin de autentificar el paso por la Ruta Jacobea. La facilitan en albergues, iglesias y en la treintena de asociaciones de amigos de la Vía de la Plata y del Camino de Santiago que existen a lo largo de la ruta.

Por ejemplo, en Fuenterroble de Salvatierra (Salamanca), tel. 923 15 10 83 y 923 58 14 51.
En Sevilla, tel. 954 15 44 85 y 696 600 602

Señalización de La Ruta de la Plata

La Ruta de la Plata está señalizada con flechas amarillas, pero de forma irregular.

En algunas comarcas la escasez de indicaciones es desesperante.

Además, la continua transformación de cultivos y la reordenación de caminos agrícolas de concentración parcelaria hacen desaparecer muchas balizas.

Las flechas están orientadas en dirección sur-norte, desde Mérida a Astorga. En dirección opuesta resulta muy difícil encontrarlas.

El equipaje en la Ruta de la Plata

La mochila ha de ser de buena calidad, con refuerzos en las costuras, almohadillado en espalda y correas y un sistema de sujeción que permita ajustarla al cuerpo para que no se mueva en los descensos.

Dentro ha de ir lo mínimo, para no caminar con sobrepeso. No olvidar que a lo largo de la ruta pasaremos por docenas de localidades donde se pueden adquirir esos imprevistos que, si los traemos de casa, atiborrarán la mochila.

Otra regla de oro es la de no estrenar botas en una marcha larga. Hay que optar por unas botas cómodas, muy utilizadas con anterioridad, de las que estemos seguros que no nos van a provocar roces. En invierno merece la pena utilizar unas con refuerzos de piel o gore-tex, que aíslen del barro y la lluvia.

No son aconsejables ni las zapatillas de deporte ni las sandalias, sobre todo en tramos de montaña.

En cuanto a la ropa, en verano basta con tres camisetas de algodón, otros tantos pares de calcetines y mudas interiores, un pantalón corto y otro largo y un jersey para las noches frescas. En invierno hay que prever frío y lluvia. Por tanto se hace imprescindible chubasquero (que cubra la mochila), jersey o forro polar, calcetines gruesos y anorak.

El saco de dormir resulta imprescindible para dormir en los refugios, así como una buena esterilla, porque casi ninguno tiene camas.

Pedaleando en la Ruta de Plata

La Ruta de la Plata puede hacerse en bici en un noventa por ciento del recorrido. Los 500 kilómetros largos que separan Mérida de Astorga se pueden cubrir cómodamente en siete u ocho días, disfrutando además de los alicientes del Camino.

La bici nos permite cubrir más cómodamente las etapas largas y algo tediosas sobre todo de Extremadura y buscar alojamientos alternativos en los pueblos cercanos a los meros, meros.

De montaña o carretera

Si se quiere seguir la ruta fielmente utilizando a veces el propio empedrado, o mejor dicho, el enlosado de la calzada es imprescindible la bici de montaña.

No hace falta gastar una fortuna en un caballito de acero, aunque tampoco conviene optar por uno que no nos deje olvidar el hierro que llevamos bajo nuestras posaderas.

Los elementos más importantes son el cuadro o bastidor, a ser posible de aluminio u otras aleaciones similares, el cambio de marchas, los frenos en forma de V, los sistemas de sujeción de pedal, que pueden ser automáticos o de correa y si hacemos el Camino en época de lluvias, los guardabarros nos evitarán una buena cantidad de salpicaduras.

A la hora de vestirse hay que tener bien en cuenta las bajas temperaturas del invierno, los repuestos continuos de ropa interior, culotte, y calcetines. Imprescindibles son las gafas que nos protegen de las pequeñas piedras que saltan sobre todo si vamos en grupo, y por supuesto el casco.

Un país en las alforjas

Unas buenas alforjas traseras nos alivia la espalda y nos permite maniobrar con más soltura. Si es necesario se puede colgar otro par de menor tamaño bajo el cuadro o el sillín, para objetos más pequeños y a mano: parches, herramientas, documentación, gafas de repuesto. Las alforjas delanteras son molestas sobre todo si se circula por zonas de montaña o embarradas.

A prueba de olvidos: bomba, cámaras y cubiertas, caja de parches, ciclocomputador para medir distancias y tiempos, bidón para agua, caja de herramientas sencilla, pulpo para atar el saco, linterna y cinta de embalar tipo americano (que no es dios, pero hace milagros) y un buen plástico para tapar el equipaje.

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