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Itinerarios de viajes para la Comunidad Valenciana

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Itinerarios de viajes para la Comunidad Valenciana

Nota Lun 18 Abr, 2011

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Itinerario de viaje para una semana

Si sólo se dispone de una semana el viajero tendrá tiempo suficiente para efectuar un recorrido por la zona que ha hecho mundialmente famosa a la Comunidad Valenciana: su costa. Nuestro itinerario podría comenzar en el norte de la comunidad, en la provincia de Castellón, donde la ciudad medieval de Peñíscola seduce por su emplazamiento, historia y gastronomía. Clásico ejemplo de un tómbolo de arena, su castillo y recinto medieval se elevan sobre un peñón, unido a la tierra por una lengua de arena que hace sólo unos siglos ni siquiera existía. Aquí merece la pena aparcar el coche y sumergirse por las empinadas calles, visitar el castillo –famoso por haber sido la corte eclesiástica de Benedicto XIII, el Papa Luna— y degustar su excelente cocina marinera. Un all-i-pebre de rape o el suquet de peix serán un buen preludio para el merecido baño.

A quién no le gusten las apreturas -las reducidas playas del norte de la ciudad obligan a ello- tendrá la oportunidad de disfrutar de la soledad de las calas de la Serra d’Irta, una cadena montañosa paralela al mar que ofrece casi 20 km de costa acantilada virgen, accesible sólo por una pista sin asfaltar hasta Alcossebre. Una buena forma de llegar a ella será por el sur de la ciudad, en dirección a Torre Badum, atalaya defensiva del siglo XVI para combatir la piratería berberisca, donde tras varios kilómetros llegaremos a la playa de Pebret, junto a un antiguo cuartel de Carabineros.

Un acceso más cómodo, por la N-340, nos llevará también a Alcossebre, un poblado de pescadores invadido por el turismo extranjero con inmejorables playas con dunas. Al sur, tras abandonar Torrenostra, nos encontraremos con el Parque Natural de Cabanes-Torreblanca. Esta antigua albufera, cerrada por un cordón de cantos de origen fluvial, deja pocos lugares para un cómodo baño, a excepción de la playa de Carabineros, sin duda una de las playas nudistas más tranquilas de la región valenciana. Quizá sea el momento de tomar algo fresco entre alquerías de pescadores. Al abrigo de otra torre vigía encontraremos el poblado de Torre de La Sal, cuyas playas de arena nos llevarán hasta el mismo Oropesa. Aquí el turismo está algo masificado, aunque el casco viejo de la población guarda todavía ese encanto litoral con aroma a salobre, a tranquilidad.

Merece la pena visitar la Torre del Rey y el museo de torres vigía que alberga o quedarse para disfrutar de la variada oferta nocturna, ocio también omnipresente en la vecina Benicàssim. Es recomendable recorrer la distancia que separa ambas poblaciones por la carretera de Oropesa por el mar, que discurre próxima a los acantilados de La Renegà. Más torres y calas nos llevarán a la Plana de Castellón, tierra de marjales, arena y cultivos, hoy urbanizaciones, alquerías e industria. Benicàssim bien merece una parada noctámbula, con la música como protagonista (en agosto se celebra un Festival Internacional de Música Independiente). Un paseo por la playa del Torreón, antesala de bellas alquerías de principios de siglo, ayuda a comprender el origen de su atractivo turístico.

Tras la ciudad de Castellón, un auténtico caos urbanístico, la costa es predominantemente regresiva por las transformaciones que ha sufrido y poco atractiva en su oferta turística. Como alternativa podremos embarcar en el puerto del Grao de Castellón (también desde el de Oropesa) y acceder a la Reserva Natural y Marina de las Islas Columbretes, las únicas de origen volcánico en el Mediterráneo occidental y excelente marco para el buceo (solicitar antes permiso), baño u observación de aves marinas.

Nuestra próxima parada es la ciudad de Sagunto, fundada hace 3500 años, donde las culturas romana, árabe y cristiana se funden para mostrar el esplendor de épocas remotas. La muralla y el teatro romano son visitas imprescindibles, más embrujadoras si se realizan en las noches de verano, cuando el restaurado teatro acoge el conocido festival de artes escénicas Sagunt a escena. Las playas del norte, junto a Canet d’En Berenguer, presumen de sus dunas y oferta gastronómica, con espacio incluso para practicar el nudismo. Los amantes de las aves podrán disfrutar de su afición en la Marjal dels Moros, en Grau Vell, una zona húmeda de importancia internacional para las aves acuáticas.

El centro histórico de la ciudad de Valencia es de visita obligada. En tan sólo una mañana se pueden recorrer los edificios más emblemáticos de la ciudad. Junto a la Catedral se celebra al aire libre cada jueves y desde hace mil años, el Tribunal de las Aguas, que reparte agua y justicia entre los agricultores. Otros puntos de interés son las Torres de Quart y la de los Serranos, antiguas puertas de la ciudad, o el Jardín Botánico, uno de los más antiguos del país y el único que es propiedad de la universidad. La moderna Ciudad de las Ciencias puede ser una buena opción si se dispone de tiempo.

Nuestro itinerario no puede evitar detenerse en la Albufera de Valencia, cuyos arrozales se extienden hasta la turística Cullera, agradecida población que cuenta con playas, acantilados y marjales, un buen preludio para la movida oferta nocturna. Desde aquí la mejor opción es dirigirse a Xàbia, con inmejorables vistas sobre los cabos de Sant Antoni o de La Nao, donde no bañarse y bucear en alguna de las calas existentes (La Granadella, El Portixol o Moraira) es casi un pecado. Antes de llegar a Benidorm hay que hacer una parad en Altea, encantadora población, guarida de hippies y villa magnificamente restaurada. Tras Benidorm, merece la pena parar en la Vila Joiosa y contemplar los vivos colores de las casas que se asoman a la desembocadura del río Amadorio.

Al sur de la ciudad de Alicante la oferta de playas de arena es casi interminable. Para apartarse un poco de la masificación será necesario llegar hasta la playa de Pinet, en Santa Pola, población rodeada por blancas salinas que están declaradas Parque Natural. Si hay tiempo, se puede embarcar en el mismo puerto de Santa Pola (también desde Alicante) y pasar el día en la Isla de Tabarca. Tras superar los impresionantes campos de dunas de Guardamar, ya sólo nos queda la posibilidad de parar en Torrevieja y conocer otro paraje natural: las Lagunas de Torrevieja y La Mata.

Itinerario de viaje para quince días

Si se decide alargar su itinerario durante una semana más, y después de haber paseado casi toda la costa, el viajero agradecerá el clima más fresco del interior, el gran desconocido de una Comunidad Valenciana excesivamente volcada en su litoral. Las propuestas que hacemos aquí se centran en dos núcleos bien distanciados. Los valles interiores de la comarca de la Marina (Alicante) y el montañoso corazón de la provincia de Castellón. No obstante, con un breve vistazo al mapa, se advertirá que la diversidad orográfica y climática de la región ofrecen todo tipo de posibilidades: desde los áridos semidesiertos alicantinos hasta los fríos bosques que limitan con la provincia de Tarragona, pasando por la Muela de Cortes y el valle de Cofrentes con grandes influencias mesetarias, o las montañosas comarcas de los Serranos, el Rincón de Ademúz y el Alto Palancia.

Para la primera opción, el punto de partida podría ser el Parque Natural de la Font Roja que nos muestra un retal de bosque mediterráneo en un excelente estado de conservación junto a la siempre amable ciudad de Alcoi. Los paseos naturalísticos entre robles, encinas y neveras (antiguas construcciones para guardar el hielo acumulado durante el invierno) son interminables tanto por el parque como por la vecina Serra de Mariola. Si además su visita coincide con Sant Jordi (23 de abril) podrá disfrutar de las célebres fiestas de moros y cristianos alcoyanas y del omnipresente café-licor.

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En caso contrario, debería perderse, más al norte, por un conjunto de valles entrañables que aún guardan el sabor de sus primeros pobladores, los moriscos. La Vall d’Alcalà i Beniaia, la Vall d’Ebo, la Vall de Laguart y de la Gallinera, verdaderos laberintos orográficos, se precipitan plácidamente hacia el este entre terrazas de cerezos y pueblos encajonados. Nombres tan sugerentes como Benissivà, Beniaia, Alcalalí o Adsubia reflejan la influencia árabe y albergan una modesta población de carácter afable. Guadalest y Polop quizás sean los destinos más frecuentados, pero un par de días refugiados por estas montañas pueden relajar nuestro espíritu, alegrar nuestros ojos y satisfacer nuestro apetito.

Otra atractiva propuesta es el abrupto interior de la provincia de Castellón. El Penyagolosa, la cima de nuestra geografía mira con orgullo a la pequeña población de Vistabella y a los extensos bosques por los que los aficionados al senderismo podrán gozar de bellos paisajes. Además, la siempre cuidada gastronomía de esta zona nos repondrá de todo los esfuerzos realizados. Entre carreteras serpenteantes, pueblos suspendidos en las montañas y antiguas ermitas nos dirigiremos hacia Sant Mateu, puerta de acceso al Maestrat más desconocido y a la comarca de Els Ports.

A partir de aquí, el camino nos depara interminables sorpresas: extensos carrascales, pinares repletos de sabrosas setas, cabras salvajes, pinturas rupestres (en la Valltorta, la Gasulla, Morella la Vella...), etc... en un marco incomparable para disfrutar de una variada oferta de turismo rural. Benassal y su balneario invitan al descanso mientras que Ares del Maestre, Catí y Vilafranca son la opción más adecuada para introducirse de lleno en el mundo rural, un auténtico museo al aire libre de la etnología valenciana. No existe un final de ruta mejor que Morella, villa medieval que acoge a sus visitantes con la solemnidad de sus palacios, el calor de sus callejones empedrados y su rica oferta gastronómica. Las noches de verano tienen un encanto especial en esta ciudad de España. Las antiguas casas solariegas ahora son bares de copas y los soportales lugares de reunión para la gente joven.

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